miércoles, 26 de octubre de 2011

Bienvenidas

Curioso momento el de escribir. Desde hace años emprendimos la guerra contra el lenguaje: doblegarlo, moverlo o detenerlo a nuestro antojo, obligarlo a decir lo que creemos que queremos decir. Bajo ese contexto de lenguajes y sus reglas, sus academias y sus escrituras, es que yo también emprendí una guerra contra él: nada de lo que pudiera ofrecerme me daba confianza. Sigue sin hacerlo. Cada cosa que digo, me parece que no es la que quiero decir. Lo que digo no alcanza para expresarme. Y por ello, dejé de escribir, dejé de hablar. Porque enunciar lo terrible del clima, la escasez de trabajo o qué habrá de comer hoy, no me parece hablar.
Eso mismo: que dejé de hablar de otra cosa que no fueran los lugares comunes.
El silencio era lo único que me satisfacía, y todavía ahora me lo sigue pareciendo así, en ocasiones. No obstante, hermanos míos, el silencio cuesta muy caro. Seguro han escuchado la frase "el que calla otorga". Así se valora el silencio dentro de una sociedad que se avoraza por destruir todo a su paso en nombre de la posesión. Como queremos poseer el lenguaje, que sea nuestro, todo el tiempo lo ocupamos, lo sometemos a través de conversaciones vanas y el silencio es una cosa muy temida (como también lo es, huelga decir, el hablar). Por eso, el que calla, se chingó.

Hoy, decido abrir este blog, con la sola esperanza de, quién sabe, en una chiripa, llegar a verdaderamente hablar. Quizá también en otra chiripa, termine siendo escuchada y contestada. Como una florecita que se abre sin miedo y de pronto se encuentra habitada de bichitos que la completan.
A darle por ahora, que ésta es la bienvenida.

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