miércoles, 16 de noviembre de 2011

Tórtola

Ya que últimamente no he encontrado las palabras adecuadas para hablar con ustedes, les voy a contar una anécdota que probablemente me permita decir más que la simple historia.


Hace aproximadamente un mes, recogí, con la ayuda de mi chico, una palomita que se encontraba herida de la parte lateral de su cuerpo y de su ala.
A falta de dinero, no he hecho más que intentar cuidarla a la brava. Ahora vive en un intento de jaulita que le he creado, con su periódico de suelo para que la cosa sea higiénica. Tiene un palito en donde engarruña sus patitas y se está quietecita todo el día. Y un botecito para el agua fresquita y limpia y otro de alpiste siempre lleno, de vez en cuando acompañado de trozos de migajón.
Pues aquí está la palomita. "Tortis" o "Gurru" le llamamos en casa, con muy pocos ánimos de nombrarla, para serles sinceros. Mi madre, mi sobrina y yo, nos hemos encariñado con ella desde el principio, para que voy a mentirles. No obstante, un poco nos negamos a reconocerlo y a ponerle un nombre y esas cosas propias de las mascotas.
Es que desde el principio quisimos que el pajarillo no fuera nuestro. Que no tuviera nombre, más que de esos genéricos que tienden a designar un montón de cosas  (como decir "árbol", "ave" o "animal"). Nunca quisimos darle nombre o personalidad. Esto conllevaba también hacerla pertenencia. No. Estábamos, y todavía tenemos esperanza, convencidas de que no era nuestra, que no se quedaría con nosotras a pesar de su grave condición.


Es que queríamos que volara de nuevo.


Tenía un pedazo de ala colgándole, aferrado al resto sólo por un hilillo de no sé qué. La encontramos revoloteando nerviosa en la calle, brincoteando y exhaltándose por cada coche que le robaba la tranquilidad o cada persona o perro o gato que le pasaba cerca. Intentamos recogerla pero hasta para eso dio guerra. No sé cuánta gente la habrá visto y ni quiero imaginarme.
Yo me planteo varias cuestiones: ¿por qué recogerla? Es decir, yo quién soy para alterar el curso natural de una avecilla caída. ¿Han visto el Discovery Channel? Ésos graban a los leones cazando, o a los últimos ejemplares del leopardo de las nieves heridos y muriéndose pero no meten las manos porque sería alterar los hechos, la naturaleza. Casi casi como político frente a los millones de pobres. Bueno, quizá exagero, pero no puedo evitar la comparación.
Pues yo la vi y tampoco pude evitar conmoverme y querer ponerla contra mi pecho y hacer una especie de Genki Dama a la Dragon Ball que le pasara mis energías y se pudiera sanita y buena. Pero como no podía hacer eso, pues me la llevé.
Ahora la siguiente cuestión: ¿Es una forma de vida para la paloma esta que le estoy dando? Es decir, ella no está acostumbrada a los seres humanos, ni a estarse quieta todo el día en una jaulita con su periódico. ¿Por qué he de mantenerla viva en esta vida que no es vida de pájaro? Por otro lado, ¿por qué no he de mantenerla viva sólo porque no puede volar?
Por ahí me dijeron que me estaba proyectando. Reclaman:  "¿Por qué no me siento bien sólo por el hecho de haber salvado a la maldita paloma?" ¡Pues claro que me proyecto! ¡Hemos de proyectarnos todos en la tórtola, en el mundo! ¡Terrible la hora en que nos separemos de lo que nos rodea! Claro que no me conformo. Claro que me siento parte de la paloma y estas mismas preguntas son válidas para mí o el resto de la gente.
El colguije de ala que tenía ya se le cayó. Ese día lloré mucho porque yo creía ciegamente que iba a recuperarse y el colguije volvería a ser parte de una alita sana, ancha, majestuosa. Pero no.
Gran parte del día la mantenemos fuera de la jaula y le permitimos andar, con el fin de que haga ejercicio y quién sabe, un día aprenda a volar de nuevo. Ya se imaginan, la tórtola con sus ojos grandes y su cabeza meneándose adelante y atrás. Respecto a volar, ya hace sus pininos, va del sillón a la mesa o de la mesa al piso, pero no más. Siempre rebota con algo o cae en aterrizaje torpe.






Y aquí entre nos, ya es parte de la familia y la queremos mucho. Y por eso, porque la amamos, queremos que vuelva a ser del mundo, del cielito azul tan bueno que a veces se asoma en estas tierras áridas y abruptas de Monterrey.




Pero que no se les olvide, para la paloma, ustedes mismos o quien sea: Queremos que vuele de nuevo.

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