viernes, 16 de marzo de 2012

Esencia de ser antichapulín

Acabo de leer un artículo titulado “En defensa del chapulineo”, publicado el 13 de marzo en el periódico local “El Norte”, de Mentor Tijerina, quien se define como “el autor es consultor público” Más allá de quién sea esa persona, de en qué círculos se mueva o con quién tenga sus roces, quisiera responder.

Esto porque el tema anda muy de moda acá, ¿no? Los chapulines son políticos que poseen un cargo público y que desean ganar otro puesto de elección, dejando a medias su chamba. El ejemplo más concreto en nuestra región es el de la alcaldesa del municipio de Guadalupe, Ivonne Álvarez, electa en el año 2009 por mayoría de votos y que a nueve meses de terminar su gestión, desea hacer contender por una senaduría.
A este hecho, es necesario hacer un poco de memoria para contextualizar. La señora Álvarez ganó con el 61.1% de los votos, lo que parece bastante contundente. 53.3% de la población guadalupense fue a votar. Un pelín más de la mitad. La otra mitad, pues nada, no cuenta porque no votó y se conforma y no puede opinar ni nada, o eso nos dicen (véase http://www.cee-nl.org.mx/resultados2009/eleccion_1_M.html).
Más allá de apuntar lo obvio de la deficiencia de la democracia representativa, del olvido del 38.9% de quienes no votaron por Álvarez y que ahora deben aguantarla 3 años y sus caprichos, y de esa otra minoría del 46.7% que no acudió a las urnas y que por tanto, según el IFE, no tiene voz ni tiene derecho a exigir nada de nada, es necesario apuntar la deficiente humanidad de algunos. Así que, para tales efectos, me dispongo a continuación a contestar algunos de los puntos que el señor Tijerina desarrolla.

En la democracia representativa no existe el ‘mandato imperativo’, lo cual significa que un ciudadano, en lo particular, no puede obligar a su representante a terminar su encargo”, dice el consultor. Es verdad. La tiranía de las mayorías, dicen por ahí. Buscar controles para que no se impongan unos sobre otros. ¡Qué peligrosa es la masa! Pero también qué serena, si la sabemos manejar.
Hasta aquí estoy de acuerdo en que no existe el mandato imperativo en la democracia representativa, debates de esto los han tenido Ferrajoli, Elías Díaz y bueno, un etcétera que me imagino el señor Tijerina ha leído.
Respecto al punto en el que se plantea que no se puede obligar a un representante a terminar su cargo, también estoy de acuerdo. No sé nada de leyes y con vergüenza digo que ni he acabado de leer la Constitución. Permítanme, antes de seguir con este argumento, introducir otra frase del artículo de Mentor Tijerina: “El error de este razonamiento es extrapolar el derecho privado a la teoría política. La democracia representativa funciona en base a la teoría del mandato político y no del mandato civil. El mandato político es más complejo que una obligación privada”.

Ya que cita a la ingeniería constitucional de Sartori como base de este argumento de mandato político, voy a regresar academicismo con academicismo. Aristóteles plantea que política son los asuntos de interés público.
Profesionalizar la carrera política es como hablar de definición y concretización de los asuntos públicos; es decir, hacerlos inamovibles, estables, sin que haya cambio alguno en los temas de interés común. La aseveración de que la democracia representativa (como régimen político) funciona en base a la teoría del mandato político es falsa. Es falsa porque tanto a políticos como a académicos se nos ha olvidado precisamente la definición más esencial, general y cierta de política, que es precisamente la planteada por Aristóteles.
No hemos leído la Constitución ni sabemos nada de derecho los ciudadanos de a pie, porque han vuelto la defensa de la justicia y el sistema legal en una especialización que muy pocos pueden alcanzar, un panorama oscuro que se aclara solamente para aquellos que se profesionalizan. En este sentido, profesionalizar es equivalente a dinero. Cobran por ejercer, por defender.
Y los académicos, que son quienes realmente tienen la deuda con la sociedad de prestar no rentar sus saberes, se prestan sí, pero a otros juegos, los de la legitimación de poder, la de hacer ininteligible el saber, para que no todos puedan comprenderlo, para que no todos tengan alcance a él. Porque mientras más citas, más tecnicismos y más bibliografía y argot encriptado, más académico se es, más inteligentes son y por ende, con ello se vuelve un círculo cerrado, elitista, alejado de la sociedad.
En este tema, hablar de una esfera pública y una privada es un absurdo. Eso es mentira. La política se mete en nuestra cama. Esto que soy como persona y que nunca está del todo hecho, tiene directa relación con lo que pasa afuera de mi puerta.
Por ello, es verdadero que el mandato político es más complejo que una obligación privada. ¿Lo que representa un político es un interés privado, personal? No. Representa los intereses de una mayoría democrática que lo eligió como tal. ¿Dinorah Cantú representa una “obligación privada”? No. Representa una preocupación no sólo de esa selecta mayoría democrática, también de la otra mayoría, la que está tan harta de la Realidad, la que sabe que su vida y sus sueños no caben en una urna ni son representados por una cara bonita o una sonrisa falsa de dientes blancos o un spot. Dinorah representa también la minoría, la que acudió a las urnas y que no está representada. He aquí la pregunta obvia: Si Dinorah tiene este gran alcance, ¿la señora Álvarez, supuesta representante de los intereses de la gente, tiene esta representatividad  característica de nuestro régimen?
Así, cuando en su artículo afirma: “Nos guste o no, bajo el actual paradigma de la democracia representativa, un ciudadano en lo individual no puede obligar a su representante a terminar su mandato”, se le olvida que Dinorah es eso mismo, una ciudadana, y que un ciudadano no es un individuo, que por ello ciudadano e individuo llevan palabras diferentes, pues uno no es sinónimo de otro. Es un ciudadano, inmerso en los asuntos públicos, parte de un todo. Además, se le olvida también que somos seres sociales y que nuestras inquietudes y preocupaciones no son procesos absolutamente íntimos, sino que se forman en constante roce con la influencia de la gente. La preocupación de Dinorah es una preocupación general, quizá no de una “mayoría democrática", pero ya usted puede ver los problemas y lo poquísimo que es ante los ojos de los funcionarios esa “mayoría democrática” que sólo sirve para aglomerarse en las urnas.
Pero bajo sus mismos argumentos, se le olvida la contraparte. Que un funcionario es, ante todo, un ciudadano. Y que no puede obligar a la mayoría democrática (ese 53.3% que votó) a obedecer sus deseos por un interés individual. Nos guste o no, ése es el paradigma de la democracia representativa.
Ahora bien, sobre democratizar el reclutamiento político, yo le muestro mis dudas y mis desconfianzas. Ya se ve qué es democratizar. Ya se ve qué democracia nos tocó: políticos corruptos los hay para aventar al cielo, burocracia que dificulta el acercamiento de la ciudadanía y la participación en los procesos políticos, apatía generalizadas, pesimismo, compra de votos con plena conciencia de que se aprovechan de las necesidades básicas de las personas. Elecciones que exigen de los ciudadanos plena conciencia y razón cuando el sistema educativo mexicano es, por decir lo menos ofensivo, deficiente, ideologizante, incapaz de formar esa conciencia y razón, ineficiente, mafioso. Supongo que no desconocerá al recién fallecido O’Donnell. Léalo para que se dé una refrescadita de memoria sobre las democracias en Latinoamérica.

¿Que si debo elegir un sistema de dedazo o uno descentralizado, abierto y con movilidad? Bueno, si me lo pinta así, de forma tan maniquea, pues que evidentemente me voy a ir corriendo con el bueno, el abierto y demás. Pero lo que tenemos ahora, señor, no es para nada abierto. Y de ello usted podrá rendir sus cuentas, cuando hace de la política (que viene de polis por si no lo sabe, que significa ciudad, pero ante todo, muchos) un mero negocio de marketing. Cómo mentirle a la gente, cómo engañarla, cómo aprovecharse de su bondad, de sus dificultades para acceder a la información con fuentes diversas y variadas (como dice Dahl de la poliarquía), de su hambre y su miedo, de la represión gubernamental, de las ilusiones.
Porque sobre todo, antes de defender lo que es democracia representativa, hay que plantearse si esto que hay aquí es democracia, y en todo caso, si la democracia es lo que queremos o los que se nos ha impuesto por presiones internacionales o por creerla el régimen mesiánico que nos salvaría. No me lo tomen a mal. Tampoco es que quiera una dictadura o un imperialismo. Es que no nos podemos conformar con lo que hay, eso es muerte y todos luchamos por la vida. Antes de defender la democracia representativa, yo preferiría siempre defender la vida y el corazón de la gente.
Usted habla de otros países, y como dice mi mamá, a mí lo que hagan otros no me importa. “Si tu amiguito salta a un pozo, ¿tú vas a saltar también?” me repetía mi madre. Pues ya se ve que México sí. Si EEUU es democrático, allá voy. Si es federalista, allá te voy. Si cae en crisis, hazme cancho que voy contigo. Si es neoliberal, ¡corre que te alcanzo! Por supuesto que me interesa el ámbito internacional.
Pero como usted dijo, no se puede extrapolar. ¿Que fue favorecedor el reclutamiento político de la periferia al centro con Vicente Fox? ¡Fíjese que tan mal estaremos que eso nos parece un logro! Que un señor con labia y simpaticón nos haya robado nuestros corazones y lo hayamos votado, dándole el poder ejecutivo, nomás porque no vino del centro. Pero es que no puede ser, ¿democracia es elegir “el menos peor”? ¿Es contentarnos con lo que hay, con lo que nos dan? Por supuesto que no, y no sé qué noción tenga usted de vida y humanidad.
Lo imperante en México es que el chapulineo no exista. La carrera política se puede hacer respetando los compromisos y teniendo ética profesional. Ética, una cosa que al parecer no se les da mucho. 
Deje a un lado los efectos jurídicos. Vea los efectos en la gente. ¿O a usted le importa más la carrera política que el hambre y la miseria en la gente? Mírela, tome el metro, el camión. Vea a los señores cansados, llenos de sudor, con la mirada perdida y la piel endurecida después de una larga jornada de trabajo. Vea a los profesionistas, a los de escritorio. Mire cómo han engordado por la ansiedad, cómo se llenan el tiempo comprando cosas inservibles, mírelos pasarse todo el día sentados, esperando una promoción de puesto, un aumento de sueldo. Mire a las madres que llevan a sus hijos a las escuelas públicas y luego los recogen para llevarlos a asesorías en otros lados porque no tienen educación o maestros competentes (no todos, por supuesto). Mírelas cocinar, barrer, trapear, lavar platos, estudiar con los niños.
Después mírelos a todos ilusionados porque les pondrán un nuevo parque o les dieron una despensa. Y entonces, dígame qué cosa es democracia, mandato político o ingeniería constitucional. Dígame qué es ética y si estos alcaldes y diputados la tienen al romper los corazones de quienes más que con razón, con pasión y bondad los votan. Es hora de rendir cuentas y de aplaudir el esfuerzo de aquellos que empiezan a ser ciudadanos de verdad y no números de estadísticas o mercados a convencer.
Ante todo, no tergiversemos a conveniencia. Política es asunto público, no profesionalización, no dinero, no carrera política. La campaña contra los chapulines es una expresión de compromiso ciudadano que le entra a los asuntos públicos y se remueve la apatía. ¡No mate la política! ¡No nos mate!


Atentamente,

Sara Luz Sánchez Chávez
Humana, ciudadana y viva.

4 comentarios:

  1. bravo paisanita ahora si me estoy enorgulleciendo de ser regio en verdad te admiro ,por ser mujer y por pensar como piensas

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Por un momento, el cansancio de los ojos me jugó una mala pasada. Leí "panista" en vez de "paisanita" y me espanté. Enhorabuena que releí. Muchas gracias por leer, de corazón. ¡Abrazos!

      Eliminar
  2. Pues no se le puede obligar, supongo que si no fuera tendría que pagar una multa, ir a la carcel o al menos perder sus derechos constitucionales. Puede elegir, como el que pide un prestamo sino quiere pagar igualmente tiene opciones similares.

    Desconozco los detalles legales, pero si no es así, debería ser ese nivel de compromiso.

    Creo que operativamente es una tontería tener tantos puestos de trabajo sin responsables formales, sobretodo cuando representan los intereses de multitudes. Como dices, este no es un trabajo normal, yo sinceramente creo que pocos quisieran ser servidores publicos si se dedicaran a ello con el compromiso que involucra. ¿Si mañana tuvieramos una cita con 10 millones de personas para ir a comer?¿No sería una grosería faltar? Yo creo que sí, y es peor cuando el compromiso fue vigilar sus casas, su salud y la educación de sus hijos. Nadie obligó a Ivonne a contender por un cargo público ni aceptarlo. Si antes los 10 millones de personas no les importaba la presencia de la susodicha para ir a comer no significa que no haya sido una groseria o que estuviera mal. Que no se quejen los políticos, ahora les reclaman su presencia, lo que sigue es que la sociedad les pida su ausencia.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Dignidad, decencia. Esas cosas que a nosotros nos parecen tan naturales, pero nosotros todavía estamos vivos y hablamos y amamos y consideramos al otro. No sé qué les pase a estos políticos, me huelo que han dejado de ser humanillos, no sé.
      Pero me quedo con tu reflexión final: "que no se quejen los políticos, ahora les reclaman su presencia, lo que sigue es que la sociedad les pida su ausencia". Nada más contundente. ¡Un abrazote!

      Eliminar