jueves, 20 de septiembre de 2012

Perros

Rescato perros.
Los que pueda: justo ahora tengo 5, uno en aislamiento.
Rescato perros porque ellos me rescataron a mí.
Me gustaría contarles que nací con vocación de rescatista y que hago el bien sólo por hacerlo. Pero no, en realidad me siento en deuda.
Hace unos años que andaba yo de novia con un cuate, las cosas salieron mal y me deprimí. Me tiré al hoyo, literal: a veces mi mamá me decía con voz dulce "m'hija, déjame lavarte la pillama". Es que no me cambiaba de ropa, ni me bañaba, ni salía ni nada.
Habíamos adoptado para entonces un pequeño perrín, sobre todo porque mi sobrina quería tener uno. Niños...
Pero como no salía de casa, comencé a pasar más tiempo con el perro. Rosco.
Y Rosco se tiraba panza pa'rriba, o me abrazaba la pierna, o me lamía las lágrimas.
Quién sabe qué brujerías hizo conmigo Rosco que empecé a dejar de pensar en mí y en todo mi dolor y mi pena y miseria y sufrimiento. Dejé de retorcerme en mi propia mierdilla.
Pasando este punto, me di cuenta que había aumentado unos 12 kgs mi peso. Era una gordita triste.
No les voy a negar que sin el apoyo incondicional de mi familia humana nunca hubiera salido adelante. Pero mis perros son parte de mi familia, y ellos también me ayudaron.
Comencé a pasear a mi perrito, un momento de mucha felicidad. ¿Nunca les ha pasado? ¡Algo tienen los perros! Uno no puede dejar de mirarlos, de reírse de lo que hacen, de preguntarse qué estarán pensando.

Y bueno, de pronto, me vi adoptando a otra perrita, que rescató un amigo de ser atropellada por un camión urbano. Café es su nombre. Una perrita que de la nada se estiró y se hizo enorme. Y ahí me tienen con un perro de 10 kilos y otra de 35.
Gracias a ellos es que decidí salir a correr. Quería darles una vida feliz, completa, con juegos, paseos, comida, bebida, amor.
Sobra decir que en dos meses perdí los 12 kilos que había aumentado. Ellos estaban contentos y yo también. Nunca he sentido esa adrenalina y cariño como cuando paseo a mis perros y corremos juntos.

Claro, mis perros están felices. Me han dado sus babas, sus brincos, sus colitas que se mueven, sus carillas chantajistas para que les de carnazas. Nunca les pedí nada, nunca exigí que me consolaran. Ahí estaban siempre.
¿Pero qué con el resto de perros? Si realmente amas a tu mascota, si realmente la consideras como parte de tu familia y no como un objeto más, comienzas a volverte consciente de enormes problemas entre perros, gatos, y todos los animales y el ser humano.
¿Cruzar a mis perros? ¿Dejar que mi perra "se realice" siendo mamá? No, gracias. Ni que fuera humano. Es más, muchos humanos ni siquiera deberían ser padres.
Así, esterilicé a mis perros y ahora pueden fornicar cuantas veces quieran por el puro gustito o el instinto o como quieran llamarle.
¿Dejar que paseen abriéndoles las puertas de mi casa mientras yo me quedo a ver la novela? No: ¿y si asustan a un niño, y si se asustan ellos y muerden? ¿Y si los atropellan? ¿Y si se pierden? ¿Y si hay una pelea entre perros y los hieren o hieren a otros perros? No. Mis perritos van a mi lado y yo voy al suyo. Levanto sus cacas, y desgasto sus energías. ¡Qué tristeza que estén encerrados todo el día!

¿Perros de raza? Dígame, ¿qué raza es usted? A mí mis perros no me escogieron por mi raza, pues ni raza tengo. No sé por qué los escogemos nosotros por ello.

Y bueno, ya estaba muy contenta con mis perritos y haciéndome cada vez más consciente de los problemas que sufren los perros, en mi caso en particular.
Tengo 5 perros actualmente: Café y Rosco, los míos, y tres más en hogar temporal. Luna, una mezcla de chihuahueño que cuido para Fundación Luca. Bambi, una chihuahueña que rescaté en la calle, antes de que la golpeara un tendero. Y Pancho, un perrito que vagó por las calles en estado completo de desnutrición, al que le quemaron una parte del lomo y le sacaron un ojo.

Podría tener más. Pero entonces no podría pasearlos, ni acariciarles como se debe, ni darles mi atención, ni pagar el veterinario ni las croquetas.
Los perritos me devolvieron a la vida. Me gustaría poder regresarles este sentimiento de felicidad cuando les veo sus carillas.
Los perritos nos dieron un espacio y tiempo para convivir en familia como nunca lo habíamos hecho.

¡Cuánto les debo, perrillos!

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