martes, 25 de septiembre de 2012

Unicidad

Nos engañaron, compañeros.
¿No se huelen por ahí la mentirilla, que ya apesta y apesta sin vergüenza ni pudor?

Recuerdo pasar por esto en la adolescencia. Cuando niña, poquitillas cosas me importaban: los cariños de mis padres y que me dejaran jugar, aunque podía vivir haciendo otras cosas, no estaba obsesionada con el cariño paterno y el juego. Eso fue después.



Pero en la adolescencia me importó mucho distinguirme de entre los demás. Y ahora sé por qué: por la mentira del mundo. Tómense, para poner un ejemplo concreto, ese comercial reciente de Coca Cola en donde todos somos héroes.


¿Se fijan? Aquí todo depende de la voluntad, la grandeza y la unicidad de cada individuo para distinguirse del resto y hacer el bien, como si el bien fuera algo extraordinario (en vez de una forma de vida tan normal, casual y rutinaria como el resto de actividades que hacemos). O eso de abrir una botella del refresco y que de ella emanen colores y formas únicas y hermosas. Pues creo que de la botella sólo sale un refresco asqueroso.

El caso es que no sólo Coca Cola, sino miles de marcas y productos compiten en el mercad por ganarse la atención de la gente: todos son únicos, extremos, atrevidos, intrépidos aún en su conservadurismo (los pañales para adulto, por ejemplo, me parecen productos bastante conservadores que sin embargo navegan con bandera de únicos).

Aquí el dilema: la publicidad y sus productos "únicos" obedecen a una necesidad humana que se plasma en ellos o la "necesidad" humana de distinguirse y ser únicos proviene de la publicidad.

Les lanzo mis ideas: creo que originalmente, la publicidad y sus productos únicos nacen del deseo de sobresalir y "trascender" humano. Pero ya no creo que eso siga. Creo que ya no se sostiene, porque muy pocas cosas humanas se sostienen si nos las vamos cuestionando un poquitín.

A lo que quería llegar con esto es que eso de que somos únicos, compañeros, es una mentira que ya está apestando. Cada persona es un mundo, unos sentimientos, ciertas vivencias y tal, ok. Pero dudo que esos mundos, sentimientos y vivencias disten mucho de una a otra persona: amar, odiar, reír, llorar, dolor, placer, enamorarse, desenamorarse, decepción, felicidad momentánea, búsqueda de compañía, contradicción. Comer, cagar, coger, orinar, dormir.

Lo que me parece más terrible es que bajo esta premisa de que somos únicos y que no hay otro ser como uno mismo, pues parece que nadie me puede entender. Y yo no puedo entender al otro, ni sentir empatía o alguillo por el otro, porque no tiene nada que ver conmigo. Así, vamos logrando la deshumanización y voy comprendiendo por qué hay hispters y metaleros y cuando un puñado de chavales se andan ahí peleando con el poder para que les permita vivir (vivir a secas con todo lo que ello implica) pues sean vistos como unos revoltosos sin quehacer.

Es a lo que la Real Academia parece temer: la terrible incomunicación, y que no viene por el lenguaje ni sis reglas, sino por un apartamiento total de eso que llamamos sociedad.

Andamos por ahí defendiendo al INDIVIDUO. Lo que es personal, lo que es mío y sólo mío y sólo yo puedo comprender, alcanzar. Individuo viene del latín individuus, que significa LO QUE NO SE PUEDE DIVIDIR. Es decir, yo siempre seré yo y "nadie me va a quebrar".

Pero amigos, la vida es quebrarse un sinfín de veces. La vida es lo que va cambiando, lo que no está terminado nunca. Nosotros no estamos del todo hecho, y por eso me enamoro y desenamoro y río y lloro y me duele y me gusta y me vuelve a doler.

Vámosle dando respeto a la vida, que se divide y se dobla. Vámonos dando respeto a nosotros, teniendo en mente que nuestra unicidad es igualita a la del señor que va a mi lado en el camión: los dos sentimos y tememos y queremos vivir, juntos. Y de paso: jódanse quienes defienden su "unicidad". Individuos indivisibles, asquerosos, prepotentes, capaces de quitar la vida, de matar, si uno se deja llevar por sus mentiras.

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