jueves, 27 de septiembre de 2012

Un lugarcito en la universidá

Ayer por la noche veía con mi madre el generoso noticiero de la televisión. Entre
nos, no pude soportar más de 3 minutos. Visto lo visto y dicho lo dicho, me quedé medio pensando. Ya había tenido estas conversaciones con algunos conocidos, pero hoy las comparto.

Me enteré por el noticiero, entonces, que después de tres semanas de paro, se abrieron de nuevo las puertas de la universidad en Michoacán. Estaba tomada por grupos de jóvenes que exigían su pase a pesar de haber reprobado o de no haber siquiera presentado el examen de admisión.

Entro al periódico local y leo: "Retoman clases en Universidad Michoacana", con el siguiente subtítulo: "La sede educativa estuvo tomada por moradores de casas del estudiante que demandaban espacios a aspirantes reprobados o que no hicieron el examen".

Hace unos meses salieron también en el Distrito Federal a exigir más plazas. ¿Recuerdan? Una vez dado el contexto, dos que tres cosas tengo que decir al respecto, y espero que se arme la rebambaramba.



Primero, me planteo: ¿de dónde nacen las universidades? No hace falta ir muy lejos: la propia Wikipedia habla de comunidades de académicos que obtuvieron sus "derechos legales de gremio" en la época medieval. Es decir, las universidades fueron comunidades para compartir conocimientos que muy pronto se dieron cuenta de sus ventajas y se instauraron como empresillas.

¿Por qué empresillas? Bueno, si acudieron a Wikipedia y tienen algo de curiosidad, píquenle al hipervínculo de gremio: "Tuvo como objetivo conseguir un equilibrio entre la demanda de obras y el número de talleres activos, garantizando el trabajo a sus miembros, así como su bienestar económico y los sistemas de aprendizaje".

Fin noble, por supuesto, pero como todos los fines nobles, se pervierten. Al estandarizar el sistema educativo y perseguir una remuneración económica controlada legalmente, por supuesto, también se controla el aprendizaje por unas casas educativas que se llaman autoridades académicas o universidades.

Hasta donde tenía entendido, el conocimiento es universal y la educación un derecho humano. ¿Quién decide quién puede estudiar una licenciatura y quién no? ¿Un examen con calificación y puntaje? ¿En serio? Dudo mucho que unos puntillos puedan medir la inteligencia o, más importante, la disposición a aprender y superar el conocimiento previo.

Conozco mucha gente que ya se sabe muy bien cómo funciona el sistema educativo: así, hacen ensayos conservadores para ciertos maestros y revolucionarios para otros, discursos diplomáticos y superacionales en público, sin comprometer ni un pelín su pensamiento y sin disposición a la discusión, el cuestionamiento, realmente el epicentro del aprendizaje.

El prestigio de las universidad y el rechazo de los propios alumnos hacia aquellos que no entraron es bastante perverso. "Yo cursé una licenciatura en el ITESM/UNAM/Ibero". Bien. ¿Eso te hace más inteligente, más sabio, bueno, correcto? Que ya se sabe que bueno, verdadero y sabio son sinónimos entre sí. Lo dudo, compañeros, lo dudo. La universidad en la que estudian no les hace mejores en ningún aspecto.

Antes bien, alcanza a corromper a algunos, desilusiona a otros y con tal desencanto, terminan también por corromperse aquellos que esperaban otra cosa de los sistemas educativos. Lo único que se aprende es a jugar las reglas de las calificaciones, los kárdex y los engaños (no asistir a clase en todo el semestre, por ejemplo, y presentar un examen extraordinario o un trabajillo copiado que da el pase a la materia a la que no se asistió).

Ahora bien, ¿por qué la primaria y la secundaria (y recientemente la preparatoria) sí son gratuitas, obligatorias para los niños? Por qué el sistema sí garantiza estos niveles educativos y no una educación superior. Yo también me voy oliendo gato encerrado. ¿Será que es mejor apagar los ánimos de aquellos que esperan grandes cosas de las universidades y mantener sólo muy pocos educados con licenciatura, maestría o doctorado?

Pues no vaya a ser que en una de ésas, los alumnillos piensen y se den cuenta del mugrero y traten de cambiar las cosas. No vaya a ser que en una de ésas se den cuenta de que no necesitan ni administración económica del Estado ni calificaciones que no miden la inteligente ni hacen nada, ni coches para moverse a ningún lado, ni medios de comunicación que no comunican, ni trabajos subpagados ni nada de nada más que vivir así de a poco.

Las universidades deberían medir su prestigio por su cercanía con aquellos que más necesitan de esa educación, sea por escasos recursos económicos o escasos recursos mentales. Por ejemplo, Harvard debería medir su prestigio en la medida en que logra instaurar en Onésimo Cepeda el pensamiento crítico y humanista, porque da muchas muestras de escasez de recursos mentales.

O de todos aquellos políticos, empresarios y profesionales corruptos, puesto que sabiduría es sinónimo de bondad. Ellos no es que les falte dinero, sino recurso mental.

¿Qué tal la Universidad de Cambridge rompiendo barreras patrióticas (porque el conocimiento no tiene patria, eh)  y dándole educación a los 12 millones de mexicanos que viven en pobreza extrema?

Todas son "guardianas" del conocimiento, con sus logos ridículos y sus latinajos solemnes. Pero el conocimiento no es una masa inamovible que puede ser resguardada en un solo lugar y cuidada por estos guardianes. El conocimiento, como el lenguaje o el amor, se mueve, es flujo y quietud. Se aprende también de las cosas más idiotas o de que no pase nada, del silencio y la discusión, de la ceguera y del cielo encapotado.

¿Por qué medimos el prestigio en pos del dinero? ¿Por qué medimos la educación según cuánto dinero nos deje a futuro o cuánto le invertimos? Me parece muy perverso. Por ello, clamo: ¡Aprendizaje para todos! Sin las barreras y los juegos de las universidades y sus dineros.

Antes bien, daría un consejo tanto a estudiantes matriculados como los que no alcanzaron: el pensamiento crítico, el aprendizaje, la capacidad de asombro y de cuestionamiento, de empatía y cariño, no están en las universidades.

Yo también quiero seguridad económica, por supuesto. Pero lo que en verdad necesito es vivir, y eso ni mi licenciatura, maestría, doctorado, experiencia profesional, prestaciones y sueldo mensual me lo pueden dar.

Vivir es otra cosa que, por fortuna, no está en el dinero.

También quiero aprender, y, por fortuna, el aprendizaje no está en la educación regulada legalmente, con sus sitemas y subsistemas. Aprender va de la mano con vivir.

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