viernes, 5 de octubre de 2012

2 de octubre en Monterrey

He traído múltiples temas para reflexionar. Hoy me ocuparé de éste por su proximidad temporal.
Como cada año, se realizó en múltiples puntos una marcha en conmemoración de la matanza de Tlatelolco el 2 de octubre de 1968.
Acá en mis tierras, Monterrey, se organizó una marcha que finalizaría con eventos culturales como conciertos y tal. Todo pintaba tranquilo.



Así la cosa, marchamos hasta la Macroplaza. Ahí había otro evento del Partido del Trabajo también con el mismo tema. El palacio de gobierno estaba rodeado de vallas como protección, con policías antimotines y algo más de seguridad.
Cuando el contingente de la marcha llegó a la Macroplaza y nos dimos cuenta de que había más gente, hubo confusión. De pronto, alguien dijo "entraremos a la fuerza a dejar este manifiesto al gobernador".

Algunos chavales comenzaron a quitar las vallas y luego a enfrentarse directamente con la policía a empujones. Otros aventaron botellas de agua, palos. Hubo quien golpeó los escudos de la policía con su patineta. Otros, a patadas.
El contingente se dividió: quienes violentaban contra los policías y quienes no estaban de acuerdo con esas acciones y que trataban de contener y detener a los compañeros que querían enfrentamiento.

De pronto, se abrieron las vallas, la policía tomó a un chico y a una chica, y se cerraron las vallas de nuevo. ¡Devuélvannos a nuestros compañeros!, gritaba la gente.

Mientras la mayoría gritaba maldiciones y mentadas de madre al jefe de seguridad que se acercó para hablar sobre los retenidos, no es por ser sangrona pero yo me aguanté las ganas de escupirle y dialogué diplomáticamente con él. "No están detenidos, ellos no se quieren mover de ahí", me señaló. Respondí "entonces, déjeme ir por ellos". "Ok, vaya por ellos, convénzalos".

Así, me ayudó muy caballeroso a brincar la valla para hablar con los dos chavales. "Vámonos, compañeros, no están detenidos", les dije. "No nos vamos a mover", me respondieron. "Queremos que venga el secretario, el gobernador a rendirnos cuentas del arco vial, de la corrupción en metrorrey...". Les pregunté si estaban bien y qué era lo que querían. "Estamos bien. Queremos que se entregue el manifiesto a los medios de comunicación y nosotros queremos emitir un comunicado también". "No mamen, nomás les falta enrollarse en la bandera y tirarse por las escaleras cual niño héroe", pensé.

Regresé con el contingente. Expliqué a todos la situación. Algunos se fueron a otro lado de la macroplaza a realizar las actividades culturales ya planeadas. Otros nos quedamos cuidando la integridad de los dos chicos.

"Traidores", decían los que se quedaron. "Agitadores", decían los que se fueron. Los compañeros permanecieron sentados gritando algunas consignas, con el griterío de apoyo del pequeño grupo que los vigilaba. Al fin se levantaron y se reintegraron al grupo.

Aquí van mis reflexiones.
1. Bajo ningún término se debe apoyar la violencia, venga de donde venga, sea de ciudadanos, de militares o policías
.
2. Fue un pendejada lo que hicieron. Pusieron en peligro a muchas personas por un pequeño interés individual y comprometieron el trabajo social realizado desde hace muchos años por la gente consciente, pues la imagen de los activistas estará condenada a la de "revoltosos" y "violentos", enemigos de la paz, gracias a los medios de comunicación que, ya sabemos, están sesgados.

3. Fue una pendejada lo que hicieron quienes se separaron. Habrá muchos errores siempre, no obstante, es necesario permanecer juntos. La integridad de los compañeros debió velarse en todo momento. En las buenas y en las malas, juntos.

4. Fue una pendejada quienes se quedaron vitoreando a los compañeros retenidos. Sí, debemos apoyarlos resguardando su seguridad, pero no son héroes ni mártires, sino pendejos y eso hay que decirlo con todas sus luces y condenarlo.

5. Es una pendejada lo que los medios informan. Más bien, desinforman y crean rencor y odio entre personas. Los televidentes y lectores de periódicos odian a los activistas por violentos. Los activistas, a todos los demás por no salir de su rutina (ya el solo hecho de que se llamen activistas es bastante prepotente, pues ellos son "los que activan" mientras el resto de personas son los pasivos).

6. Cercar con vallas y con policías un espacio público tan representativo como la macroplaza también es una pendejada por parte de las autoridades. ¿A qué incitar el odio? Hacen evidente la gruesa línea que hay entre la gente y los poderosos. Si los chavos querían dejar un manifiesto, ¿por qué no tomarlo amablemente y ya? Ah, no, tenían que usar la fuerza "legítima".

7. Lo que más condenable me parece es que después de que los compañeros se integraron y se unieron los dos contingentes que se habían separado, comenzaron las discusiones, peleas casi a golpes y reclamos,gritos y tal, entre todos.

Resulta que un grupo estaba dando declaraciones en nombre de todos, en vez de respetar la visión de cada grupo, y que sí tú eres 132, que si mengano es Frente no sé qué, que si fulano es anarcopunk y así nos vamos.
De nuevo: ¡qué pendejada! Somos gente, gente medio vivilla que le dice no al mugrero de la realidad, gente medio vivilla que quiere reír y hacer otras cosas que no sea vivir con miedo y rencor. No somos ni 132 ni anarcopunks ni frentes ni nada. Somos gente que afortunadamente nunca está del todo hecha. Se les olvidó en ese momento, y sólo supieron ser sus instituciones, sus ideas, sus abstracciones que como toda abstracción no existe ni vive ni está ni es ni siente ni llora ni yerra ni acierta.

De mi parte, condeno la violencia. Por ella, ha perdido la vida muchas personas, niños, animales, árboles. No se combate el fuego con fuego.

Qué propongo, me dirán, ya que critico mucho. Pues lo siguiente:

Ya estuvo bueno de segmentarnos. Aprendan a ser gente, aprendan a salirse de sus intereses y ver más allá de sus pinches narices.


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