jueves, 22 de noviembre de 2012

Monólogos

El 12 de noviembre de este añito, 2012, unos chavales se reunieron en el congreso del estado de Nuevo León a manifestarse contra la aprobación de la reforma al artículo 24 constitucional. Es el artículo en el que se establece la libertad religiosa y la separación de estado e iglesia.


Los chavales se olieron que esta reforma tenía o tiene otras intenciones más descaradas pero menos visibles, que vincularían a la iglesia con el estado.

Así, prendieron fuego a propaganda política de las recientes elecciones justo afuera de la puerta del congreso, lo que hizo que el humo se infiltrara en el edificio y se suspendieran las labores legislativas, aunque la reforma ya estaba aprobada.

Varias cosas se me vienen a la mente. Por un lado, voy a señalar lo obvio: ¿cuándo ha dejado de tener relación el estado con la iglesia (cualquier iglesia, de cualquier religión)? Digo, no sé, quizá estoy muy alocada. Pero no creo que se necesite mucho seso para vislumbrar que Estado y Religiones son la misma cosa, gobernadas por dinero y fe en él.

Por otra parte, bonita conversación la que desean entablar estos jóvenes. Bonita, dicho con sarcasmo, me disculparán. Hasta donde sé, los de arriba y los de abajo nunca han sustentado conversación alguna. Como, hasta donde sé, la piedra y el cáncer tampoco lo han hecho. No está en su naturaleza, es imposible e impensable.

Pues para que el Estado hable tendría, primero, que saber hablar. Hasta donde recuerdo, ni estado ni dinero ni capital ni iglesia tiene lengua ni boca ni cuerpo, por ende, ni siente ni habla ni nada. Seguro me dirán que no es el estado quien debe hablar, sino quienes lo representan: pero ¿qué cosa representan? Además, ¿es que estos que representan son realmente otros con sentimientos y lengua y comunicación? ¿Es que no son ellos el Estado mismo, sosteniéndolo ante todo?

Para hablar, pero hablar en serio, no los chismes de lavandería, me parece que hay que dejar de ser uno mismo o al menos intentarlo. Ser yo lo menos posible, como justo intento ahora que le hablo un público invisible.

Si fuera yo y hablara confirmando todo el tiempo mi yo, ¿qué cosa podría decir y qué cosa podría escuchar? ¡Eso serían monólogos!

Eso, monólogos, es lo que hacen los políticos. Que se miran por ahí en algún reflejo y se recuerdan lo buenos y necesarios que son, según sus propios criterios. Justificando su existencia. Esto lo tenía ya muy claro.

Lo que sí me da penita es este grupo de chavales... También en monólogo. La cosa no es que de entre la multitud surja una negativa a las decisiones de los politiquillos. La cosa es que un grupito del mismo tamaño que los representantes del gobierno, se autonombra salvador del pueblo y conocedor de los intereses y necesidades del pueblo, aunque el pueblo mismo no lo sepa y le importe un coñazo. 
La cosa es que este grupito de chavales camina el mismo caminito del poder.
¿Quieren salvar al pueblo de la iglesia? Al pueblo le vale dos pepinos el gobierno, la iglesia, los impuestos. El pueblo vive y vida no es dinero ni fe ni nada de eso. No les podría decir con exactitud qué cosa es pueblo y qué cosa es vida. Pero sí puedo decirles con todas las luces qué cosa NO ES.

Pueblo no es asumir la derrota queriendo hablar con los de arriba. Vida no es negociación con el poder, con el dinero.

Sólo los muertos se creen esos juegos del poder, que no es nada y está muerto. Cuidado, chavales, en una de esas, se acaban el pedacito de vidita que les quedaba dentro.

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