viernes, 30 de noviembre de 2012

Los niños no pueden jugar

Escuchaba a mis perros ladrar esta tarde. Agresivos e inquietos.
Salí a ver qué pasaba, a tranquilizarlos.
Pasaba que unos niños jugaban futbol frente a mi casa, con mi porche de portería. El balón rebotaba en la reja y en la pared, inquietando a los chuchos.

Me quedé sentada a un lado de mis perros hasta que se dieron cuenta de que todo estaba bien. Los perros son un tema aparte.
Aquí lo que se me venía en mente era verter esta infinita tristeza que me ha inundado a causa del acontecimiento de ver a los niños jugar.

Yo no tengo coche ni cochera ni una de esas rampas que invaden la banqueta y que no dejan caminar bien y son resbalosas cuando llueven. Mi casa, su casa, es muy ramplona. Digamos, tradicional: Todavía quedan restos del árbol que tuvimos que cortar porque se secó en una helada. La banqueta está medio abierta por las raíces, pero fuera de eso, hay banqueta y después la entrada al porche de casa y después la entrada a la casa. Así de simple.
Mis vecinos, todos, en cambio, sí que tienen coche. De hecho, me cuesta un poco recordar alguno que tenga solo un coche. Quizá una o dos personas en la calle. El resto tiene 2, 3 o 4. Algunos son coches viejos, otros nuevos.

La calle se vuelve más angosta porque los coches están estacionados a sus orillas.

La gente tiene menos tiempo porque se pasa las horas lavando, puliendo, encerando sus coches en un acto de meticulosidad y rigurosidad que no he visto yo en ningún otro aspecto de la vida cotidiana, ni siquiera cuando se refiere a cuidarse de salud y tomar los medicamentos a tiempo.



En cualquier otra situación me hubiera parecido todo como muy indiferente. Tengo que confesar que me gusta mucho ver a los niños jugar. Cómo se inventan palabras e historias que van hilando durante horas. "Yo soy la maga y tengo muchos poderes y salto de aquí allá bien altote". "Sí, tú eres la maga y yo una bruja buena que te acompaña en las aventuras de encontrar hormigas porque son un tesoro". Y allá van a buscar hormigas la maga y la bruja buena.

"No podrás con este tiro, será súper rapidísimo", decía el niño al que veía jugar mientras acomodaba el balón. "Yo soy experto en tiros de bala", respondió el otro niño concentradísimo en parar el penal.

Eso es lo que me llena de tristeza... Los niños no tienen espacio para jugar: la calle está invadida de monstruos metálicos. Y a ésos no se les puede tocar, hay que cuidarlos porque son de papá y papá se enoja. O no sé con qué argumentos les hayamos ya enseñado a los niños a consagrar un cuidado especial hacia el automóvil.

Recuerdo una cita de Agustín García Calvo, que habla justo de los niños y los coches: "Se les enseña a reconocer la condición de jungla, de jungla automovilística, y entonces se les enseñan astucias y habilidades para irse escurriendo de la manera más eficaz por medio del torrente de los automóviles".

Ellos, los niños, postrados en las calles, jugando. Teniendo que parar a cada momento para no ser arrollados por un auto. Viniendo a las afueras de mi casa para poder jugar, el único espacio libre de coches, de paso, alterando a mis perros.

¿Y los papás? Justo eso: lavando el coche, anonadados por el metal.

Evidentemente la cosa se dificulta si, aunado al hecho de que la ciudad (Monterrey o cualquier otra ciudad como tal) está fundada en la circulación vial de miles y miles de coches y que sin coches se aminora el progreso industrial del que tan orgullosos estamos... si se suma el otro hecho: que viven en un ambiente de violencia que hace del juego infantil una dieta: una cosa que se puede comer muy pocas veces, un manjar, un lujo, un evento muy añorado, porque no pueden salir a la calle, no lo permiten los padres conociendo el contexto de sangre que viven los países, más el nuestro.

¿El resultado? Menos juego, más televisión, y a la larga, convertimos a los niños en adultos sin un mínimo interés por la vida y mucho por el coche.

No se les olvide que todos los viejos como usted y como yo somos parte del problemita: los niños ya no pueden jugar. Pronto, las palomas tampoco podrán volar a causa del tráfico aéreo. A ver si los millones de millones de dineros nos pueden resolver este dilema...
Pues hoy, téngalo por cierto:  Ni juego ni vida ni nada es lo que estamos construyendo: el imperio de la muerte y el dinero

P.S. Quería ilustrar esta entrada con una imagen de niños jugando, que busqué en Google. ¿Qué cree? Busque "juego" y encontrará videojuegos, nada de los encantados, el stop, doña blanca, las estatuas de marfil y esa basura tradicional... Juego = televisión, así lo manda la mayoría en Google. Luego busqué "niños jugando" y resulta que la mayoría de imágenes son niños jugando en el campo. ¿Es que en la ciudad no se juega porque es cosa muy seria?

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